Así como Jesús comenzó su ministerio a través del bautismo, nuestro propio bautismo es el primer paso en un compromiso de por vida con el discipulado. Somos bautizados como niños en la comunidad de Dios y bautizados como adultos cuando conscientemente aceptamos la Santísima Trinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en nuestros corazones para convertirnos en herederos del cielo. Nos ponemos nuestra vestidura blanca de 'inmortalidad' para unirnos a Cristo. Con la señal de la Cruz, declaramos nuestro intento de dejar atrás el pecado y la separación, lo que sella y consagra nuestro compromiso.

Al ser bautizados en el agua y el Espíritu y/o con la imposición de las manos, somos 'ungidos' y unidos con Cristo en la plenitud de la celebración eucarística y somos plenamente bienvenidos al Cuerpo de Cristo y a la comunidad de la Iglesia. con la oración del 'Padre Nuestro...'

1218 Desde el principio del mundo, el agua, criatura tan humilde y maravillosa, ha sido fuente de vida y fecundidad. La Sagrada Escritura lo ve como "eclipsado" por el Espíritu de Dios. (12) En el mismo amanecer de la creación, Tu espíritu sopló sobre las aguas, convirtiéndolas en la fuente de toda santidad. (13)

Del Catecismo de la Iglesia Católica